miércoles, 11 de enero de 2017

NIÑEZ DE CAPOTILLO SUENA A PERCUSIÓN

Armados con tambores, tanques, latas, piezas de vehículos y hasta de lavadoras un grupo de jóvenes demuestra que la música es una alternativa


Son las diez de la mañana y no parece que es fin de semana en Capotillo. Una pala mecánica recoge la arena de los obreros que trabajan en la construcción de una escuela a la orilla del río, mientras un caballo con su carretilla al lomo aguarda el latigazo en señal de que puede continuar.

Detrás de él dos motoristas, una camioneta y dos carros tocan bocina mientras aguardan su turno para atravesar el estrecho de calle que queda libre. El sol resplandece en el rostro de un grupo de niños que juega en el único parque de asfalto y cemento que tiene el barrio. Es la Calle 6 esquina Respaldo José Martí, una de las vías centrales del lugar que desemboca a escasos trescientos metros en río Isabela.

En la esquina una bocina truena al son de un reguetón mientras espera por compañía. El establecimiento sólo vende alcohol y está a dos puertas del local que alberga la Escuela Libre Profesor Juan Bosch.

David Almengod se estaciona en la acera del frente del club nocturno que opera de día. Es uno de ocho instructores que trabaja con los jóvenes del vecindario en el centro como profesor de percusión. Aún en la calle, lo detiene Éber, uno de sus alumnos más aventajados, para advertir que no llegará a tiempo para la clase pautada para las diez. La noche anterior había sido apresado en una redada y puesto en libertad bajo condición de reportarse al cuartel la mañana siguiente.



El integrante de la agrupación 4-40 llegó a Capotillo en febrero para montar una función con los estudiantes de percusión de la Escuela Libre para la firma de un convenio con la Organización de Instrumentos Musicales de Suiza por encargo del Ministerio de Cultura. “La idea era crear una banda de percusión más moderna pero con elementos de nuestra cultura”, aseveró Ángel Mejía, director de la Dirección General de Escuelas Libres.

Almengod escogió instrumentos musicales no tradicionales para el montaje que José Cuello, director de la Escuela Libre Profesor Juan Bosch y precursor del proyecto catalogó como “desechos, que son reciclaje, pero son desechos”.

Inspirado en el musical de Broadway “STOMP”, “Sonido de mi barrio” es un espectáculo de percusión en el que participan dieciséis adolescentes de Capotillo, seis chicas y diez muchachos entre 13 y 16 años, que cantan, tocan y bailan al ritmo de tanques de basura, latas viejas, botellones de agua desechables y escobas que se transforman en instrumentos musicales en sus manos.

El percusionista de La Altagracia de Herrera ya había incursionado en este tipo de montaje con los Tanque Tan, una agrupación bajo la dirección de Isidro Bobadilla y Guarionex Aquino, que se formó durante la segunda mitad de la década de los noventa.

Además de girar con Juan Luis Guerra, Almengod tiene un grupo de tambores para amenizar actividades sociales. Pero los sábados en la mañana y los lunes por la tarde los tiene reservados para Capotillo. Allí comparte con los jóvenes lo que él sabe hacer: “Ya ellos sabían tocar merengue, palos, ritmos dominicanos. Por eso yo les estoy dando la parte que no se les ha dado”, explicó.

De contextura mediana y tez trigueña, Almengod parece más un director de orquesta al momento de iniciar la clase que un profesor. Corrige, baila y canta mientras marca con los pies y las palmas de sus manos el toque de los tambores. Sus alumnos, atentos, parecen divertirse ante el desafío de no perderse en el tránsito del bossa nova al chachachá.

Aunque la experiencia le ha demostrado a Almengod que la mayoría de los percusionistas nacen en los barrios, lo que le motiva a realizar esta labor es otra convicción: “El Señor me está usando aquí”.

El músico tuvo un encuentro personal con Jesús en el 2003 y desde entonces, asegura que es un testimonio vivo de lo que Dios puede hacer en la vida de una persona: “La música está muy infl uenciada también por cosas muy malas; vicios como las drogas que es algo de lo cual el Señor también me sacó”.

La Dirección General de Escuelas Libres

Se iniciaron en el 2005 como un mecanismo para contrarrestar el auge de la delincuencia en las comunidades marginadas.

El proyecto empezó con 48 centros en el país, pero hoy sólo quedan 35, doce en Santo Domingo y 23 en el resto del país. El motivo de la reducción, los altos costos, según informó la Dirección General de Escuelas Libres.

En la Capital, además de en Capotillo, las escuelas funcionan en Sabana Perdida con dos centros; en Los Mina, La Victoria, Villa Mella, Guachupita, Cristo Rey, Invivienda, Pantoja, el kilómetro nueve de Las Américas y en el Once de la Avenida Independencia con una en cada caso.

El programa se ejecuta en alianza con las asociaciones comunitarias de los barrios.

Según enfatizó el director de la Dirección General de Escuelas Libres: “no puede existir una escuela libre allí donde no hay una institución comunitaria que hace suyo el proyecto”. En el acuerdo, el gobierno aporta los recursos para el pago de los profesores y la comunidad provee el local y el seguimiento al programa.

En el caso de Capotillo, el Ministerio de Cultura trabaja con el Instituto para el Desarrollo de las Artes y la Educación (Indarte), una organización que trabaja desde 1999 en la formación técnico laboral de jóvenes de la comunidad.

En todo el país las escuelas libres acogen a más de 5 mil estudiantes de los que 250 asisten a la Escuela Profesor Juan Bosch. Allí reciben clases de danza, pintura, canto coral o música.

Capotillo

Es el barrio con la mayor densidad poblacional del país. El suburbio de un kilómetro cuadrado alberga una comunidad de más de noventa mil personas que enfrenta grandes desafíos sociales: deserción escolar, drogas, violencia, hacinamiento, desempleo y delincuencia.

Capotillo está ubicado en la zona norte del Distrito Nacional.

Pertenece a las formaciones barriales más antiguas de la ciudad que surgieron a raíz de los desalojos de familias pobres en la zona metropolitana y su posterior reubicación en la franja cercana a los ríos Isabela y Ozama durante los 12 años del presidente Joaquín Balaguer.

CÓMO SUENA LA GENTE DE CAPOTILLO

Capotillo no sólo es violencia y marginalidad. Por sus calles también transitan jóvenes con intenciones de salir adelante, que estudian y luchan por alcanzar sus metas. Juan Carlos Ortiz es uno de ellos: “Me dejé llevar por la música y me gustó y así fue como yo ingresé”. Vestido con una bermuda, tenis sin medias y una camiseta blanca, este joven espigado de dieciséis años no pierde de vista al profesor.

Tenía 12 años cuando ingresó a la escuela y recuerda que casi se da por vencido: “Me sentía tímido de no poder hacer las cosas”. Pero su padre lo motivó a seguir y aún recuerda sus palabras: “¿Por qué si ellos lo pueden hacer tú no? ¡Tú puedes también! Lo que tienes es que prestarle atención al profesor”. Hoy es uno de los alumnos más aventajados.

“Muchas veces las personas creen que Capotillo es una selva, que está lleno de delincuentes, de mucha droga… y esa imagen, nosotros a través de ellos mismos, la hemos cambiado”, plantea Cuello.

El director de la Escuela Libre Profesor Juan Bosch se refiere a la representación de estos jóvenes no sólo en Bellas Artes, sino en el Teatro Nacional frente a una delegación de la OEA o en La Feria del Libro.

“Yo me siento bien cuando me dicen: ¡Wao! ¡Qué bien hiciste este trabajo!”.

Clara Luz es una de las seis muchachas que forman parte de Sonido de mi Barrio.

Esta joven toma clases de canto, danza y percusión en la Escuela Profesor Juan Bosch. Para ella la principal enseñanza ha sido la disciplina.

“El respeto que debes tener a los mayores. Cuando llegas a tu casa siempre debes orar antes de comenzar algo, debes de darle las gracias como se están enseñando ahora. Siempre que terminamos de ensayar algo oramos y leemos la Biblia con el profesor David. Nos gusta muchísimo y además de que nos enseña disciplina si tenemos un problema nos ayudan a resolverlo no con violencia sino con amor y cariño”, concluyó Clara Luz.

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